lunes, 15 de septiembre de 2014

Des visages, des figures

Hay un hombre enfrente de mí que no me quita el ojo de encima. Remueve su café despreocupado con una medio sonrisa, y su mirada es tan fija y carente de sutileza que pasa por mucho de lo puramente incómodo.
De repente se levanta, sin desviar su atención ni un poco de mi cara. Bordea su mesa y esquiva las sillas que encuentra en su camino haciendo uso del tacto, oh Dios, viene hacia aquí, ¿se va a sentar? Sí, claro que se va a sentar, qué nervios... ¿Será un psicópata? Nadie clava la mirada así en la gente, no es educado. Aparta la silla que tengo enfrente unos centímetros, no digo nada, me quedo con la boca abierta mirando cada movimiento, el sonríe, se sienta.
Hay una sensación que no experimento desde niño, desde el tiempo de mis primeros y nublados recuerdos. Definitivamente está loco, ¿pero qué demonios quiere de mi? Ver un rostro nuevo, diferente. Mientras dice esto recorre mis facciones con desmesurado interés. La mayoría de los rostros los puedes formar con otras dos o tres caras conocidas, su mirada se posa en mis labios y algo se enciende en mi interior, un calor que me sube del vientre hormigueando, ahora estoy totalmente rígida y ya apenas me pregunto qué diablos hace él aquí, sólo pienso en qué dirá luego, la mandíbula de ese, los pómulos de aquel, los ojos y frente de este otro, y sus ojos dibujan trazos exquisitos que van de mi boca a mis orejas, de mis orejas a la punta de mi nariz, de ahí al pómulo y al fin las pupilas, y un balón se infla en mi pecho apretando los pulmones contra las costillas, sin poder apenas respirar. Caminas por calles nuevas, en ciudades nuevas, y te cruzas mil rostros desconocidos, y sin embargo ninguno nuevo, todos los has visto ya, el hechizo de su mirada y la mía formando la misma línea no me deja mover ni un dedo, pero el tuyo... Sus ojos realizan un arco imperceptible e impecable que vuelve a mi boca, y entonces, más fuego. El tuyo es un rostro que no había visto nunca. Un rostro nuevo al fin, unos labios, unos ojos, una nariz, una piel, de tu sola propiedad. Que se calle. Me derrito. Algo hay en sus palabras, algo que las hace brutalmente ciertas. Le creo. Le creo, y en su relato me arrastra hacia verdades profundas, y su rostro es todos los rostros, y su lengua nunca se equivoca, y yo le seguiría a cualquier parte, a un sucidio colectivo incluso al más allá. Tu rostro es distinto, único. Cállate. Por favor, hazlo parar...  Pero mira que eres fea. Joder.

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