martes, 7 de mayo de 2013

Cuentos en las palabras


Últimamente me ha ocurrido a menudo acabar contándole a alguien cómo a veces le doy varias vueltas a las palabras, desde un cierto punto de vista etimológico, para descubrir su significado real o su origen. Un ejemplo muy claro es la palabra des-ayuno, que no necesita explicación, y sin embargo todo el mundo la usa para referirse (aparte de a lo propio) a esa segunda o tercera cena que se hace a altas horas de la madrugada después de velar la noche. Un verbo mucho mas apropiado que desayunar para esas horas, podría ser simplemente "jalar". Para terminar con el ejemplo "desayuno", recientemente me ha dado por buscar la palabra "fast" en google y parece ser que no sólo significa rápido en inglés, sino también "ayuno". Parecía obvio, pero cuando era pequeño, "breakfast" para mí quería decir algo así como... romper rápido, como si dieran por supuesto que lo que se rompe es el ayuno, y sólo quisieran puntualizar que ellos, los anglosajones, lo hacen de manera rápida. Me hizo algo de ilusión pensar que el mundo no es tan raro ni incomprensible como yo creía de pequeño.
Otro ejemplo que uso mucho es la palabra emboscada. Resulta que una de las maneras más asequibles para esconder un ejército de miles de lanzas en la antigüedad (y probablemente, también el número que sea de fusiles en la actualidad), para caer por sorpresa sobre el enemigo, era esconderlo en un bosque. Sin más.
Y muchas otras palabras son obvias, pero las hemos aprendido con una acepción tan concreta que no nos paramos a pensar en ellas, como amable, villano, prensa (escrita), velada (tanto el sustantivo como el adjetivo) o velar, desnudar, incluso vaquero.

Recientemente, un amigo se quedó atascado al intentar decir la palabra "sibarita", y le salió algo así como "sibareno". En ese momento me di cuenta de que "sibarita" tenía forma de gentilicio. Por curiosidad busqué la palabra en wikipedia (http://es.wikipedia.org/wiki/Sibarita), y parece ser que efectivamente existió una ciudad llamada Síbari, colonia griega en la región italiana de Calabria. Parece ser que sus habitantes eran tan refinados que uno de ellos se quejó a un amigo de que no había podido dormir, porque uno de los miles de pétalos de rosa que rellenaban su colchón estaba doblado. Y parece ser también, que los sibaritas presumían de que sus caballos de guerra bailaban al son de la música. De modo que cuando entraron en guerra con Crotona, éstos útlimos contrataron músicos para que tocaran en la batalla, haciendo a los caballos sibaritas bailar y a los propios sibaritas quedar como imbéciles relamidos, supongo. Éste fue el fin de Síbari.

Descubrir esta historia "oculta" tras una palabra tan común me ha hecho (además de ilusión) escribir esto, y pensar que hay una cierta lógica detrás de todo, al fin y al cabo. Y supongo que no sólo en las palabras, cada cosa, cada sitio al que mires, esconde mil historias.

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