Los Cranberries fueron uno de esos grupos que me acompañaron desde la niñez. A mi hermana le encantaban, los ponía casi a todas horas, lo que hacía que yo los escuchara casi a todas horas, también. Cuando era pequeño, mis gustos pasaban casi siempre a través de mi hermana (mayor) por varios motivos, tanto ser un referente de autoridad para mí (mi manera de aprender qué era gracioso y qué no, era si le hacía gracia a mi hermana), como que ella mandaba en casa, más incluso que mis padres, a veces, por tanto mientras estuviéramos los dos en el salón o en el coche, se escuchaba lo que ella pusiera.
Mi primer recuerdo de los Cranberries es ver el videoclip de "Promises", que mi hermana tenía grabado en VHS de cuando echaban los Cuarenta Principales en abierto en el Canal +. Probablemente habría escuchado "Zombie" mil veces, como todo el mundo, sin saber quién la cantaba, pero "Promises" fue la primera canción que me hizo ser consciente de la existencia de un grupo llamado "The Cranberries". Era 1999. Yo tenía 12 años, The Matrix estaba en los cines y era mi película favorita (eso es decir poco: estaba absolutamente flipado con ella). Poneos en situación. Y ahora, si no lo recordáis, buscad el videoclip de Promises. No es que tenga que ver mucho con Matrix, pero aparece Dolores vestida entera de cuero negro con una sombra de ojos que no puedes mirar a otro sitio cada vez que aparece en pantalla. Es el Oeste, uno muy oscuro. Hay una especie de bruja espantapájaros que echa rayos por las manos, y un ser que es básicamente una puta bola de fuego en una celda en la oficina del sheriff. Al final, el sheriff se enfrenta en duelo a la bruja, le dispara, ésta para las balas con los dientes, y le fulmina con un rayo que escupe por la boca, dejando solo unas botas humeantes y un sobrero que lleva el viento. Y la bruja se escapa con la bola de fuego, que al parecer, son colegas. THE END. Tenía su parte cómica, también, en lo ridículo de aquel vaquero galopando sobre aquel caballo de plástico, y en la actitud en general de todos los hombres bigotudos que aparecen. Ahora lo veo como parte del encanto, pero supongo que en su día era de lo que menos me gustaba (recapitulemos; tenía 12 años y mi peli favorita era The Matrix). Y, por supuesto, la canción. La canción es cañera de cojones. Me enamoré de "Promises". Y un poco de Dolores. Esa mujer con una voz espectacular, capaz de la apariencia más macarra, como en "Promises", o de la más cándida, como en "The Animal Instinct". Desde entonces, muchas canciones me gustaron de los Cranberries, pero los fui olvidando con el tiempo. Salvo "Promises". "Promises" es mi pequeño tesoro. "Promises" sigue sonando al menos una vez al mes cada vez que me toca pinchar en el bar.
"Promises" nunca dejará de ser una de mis canciones favoritas, pero los Cranberries se fueron desdibujando un poco en el tiempo. Hace unos días, como empecé diciendo, murió Dolores. Y yo no sentí nada. Me dio un poco de pena, sí, saber que lo hizo de forma tan súbita y tan joven, a los 46. Y supongo que puse "qué pena" o alguna carita triste en algún grupo de WhatsApp. Pero no sentí ese dolor desgarrador que dicen sentir algunas personas cuando muere un artista, que llegan hasta a llorar. Nunca jamás he sentido eso por un artista, la verdad. Soy de los que conoce apenas dos o tres canciones de David Bowie, y considera su muerte como un buen momento para ponerse al día a escuchar unos pocos más temas. No sin cierta vergüenza, pensando que el algoritmo de YouTube me juzga según voy pinchando en los enlaces: "otro pringao que se acaba de enterar de que Bowie existe y que estará llenando su muro de Facebook de enlaces". Por eso, en parte, suelo intentar evitar llenar mi muro de enlaces cuando alguien famoso muere. Me considero un farsante, porque sé que en realidad, no siento nada. Para mí, de algún modo, los famosos son solo medio reales.
Por qué entonces, os estaréis preguntando, estoy publicando esta especie de Oda a Dolores, y por qué, también, no estoy escogiendo "Promises" como canción homenaje. Bien, hoy busqué su nombre en Google, principalmente por curiosidad morbosa, y casi científica, para saber si ya se conocía la causa de su muerte. Esto me llevó a un artículo en el que mencionaban dos claves que yo no conocía de ella: que sufrió abusos sexuales por parte de un familiar desde los 8 hasta los 12 años, y que sufría un trastorno bipolar. Esta segunda parte me hizo empatizar bastante con ella. No porque yo lo sufra, todo lo contrario, gracias a dios. Pero sí conozco a gente cercana que sufre trastornos parecidos. Como ya sabréis, no tiene nada que ver con estar alegre por la mañana y triste por la tarde y alegre por la noche otra vez, o viceversa, ni es algo que debería de usarse como adorno en ninguna descripción, como a veces hacen los que no saben bien lo que es. Es algo realmente jodido, y los episodios maníacos (eufóricos) pueden llegar a ser tan jodidos como los depresivos, o más difíciles de llevar incluso para la gente que te rodea (que la depresión es muy jodida doy por sentado que lo sabemos todos, aunque mucha gente, también, no sepa cuánto).
A la nueva luz de este descubrimiento, y de otros que leí en una entrevista que dio hace tiempo en la que confesaba muchísimos traumas personales, volví a algunas de sus canciones. Canciones que, de más pequeño, me encantaban por su música, pero a las que no había prestado demasiada atención a la letra. Canciones tan aparentemente cándidas como "The Animal Instinct", en la que se describe tan claramente la incomprensión que sienten a veces aquellos que sufren un trastorno bipolar (you never really see, I'll always be in doubt -- nunca te das cuenta, siempre me pones en duda), tanto en los episodios depresivos como en los maníacos (a ambos se les hace referencia en la canción). "The Animal Instinct" abre el disco "Bury the Hatchet", que significa "enterrar el hacha (de guerra)", olvidar rencores. No casualmente, el primer hijo de Dolores nace en 1997. El disco (en el que por cierto, aparece "Promises"), de 1999, tiene bastantes referencias a su hijo, una muy clara, "Sorry son", en el que parece pedirle perdón por haberle traído a la vida como parche para la suya (la de Dolores). En "The Animal Instinct", tras describir episodios depresivos y maníacos, como decía, dice de repente, como sin venir a cuento, que "it is a lovely thing that we have the animal instinct", es una cosa maravillosa que tengamos el instinto animal. Yo creía que lo decía por el instinto de supervivencia, sin más. Pero el vídeo nos da una pista: una madre sin recursos que entra a secuestrar/rescatar a sus hijos de los servicios sociales después de que se los quitaran. Es su hijo, es su instinto maternal lo que le da fuerza para seguir. Parece que el parche le funcionó, al menos. El candor general del vídeo, incluida la apariencia de Dolores, bellísima y con flores en el pelo, y de la propia tonalidad de la canción, se mezcla de manera genial con el mensaje tan crudo que reflejan sus letras y la historia paralela del vídeo, que aparentemente está llena de escenas bonitas sobre un trasfondo, una realidad, de lo más triste. Una realidad que a los niños del vídeo se les escapa, como ocurre a menudo, lo cual entronca con un verso de la siguiente canción (la del enlace que he escogido):
"[...]
Where's when I was young,
And we didn't give a damn,
'Cause we were raised,
To see life as fun
And take it if we can."
Otra vieja conocida de mi infancia, "Ode to my Family", a cuya letra no le había prestado demasiada atención. Tengo una especial admiración por la gente que es capaz de desnudarse espiritualmente y mostrar sus miedos y debilidades, sus inseguridades, no con victimismo, ni con vergüenza, ni mucho menos con ese extraño orgullo del que se recrea en su mierda, sino con la más absoluta sinceridad y humildad. Confesándose al público como quien se confesa ante Dios.
Y aquí, en una oda a su familia, en una canción que, detrás de toda la tristeza y pesimismo, respira agradecimiento a lo bueno que hubo en su vida, leí: Do you see me? Do you like me standing there? Do you notice? Does anyone care? Y me pareció ver por un segundo el alma de Dolores, Dolores la niña, ese niño que todos llevamos dentro y nunca acabamos de perder del todo, y que a veces cuando ve al adulto barbudo del espejo, o a la mujer con mucha sombra de ojos, el pelo desteñido y la oreja anillada hasta arriba que vería tantas veces Dolores, se siente un impostor.
Hoy, por fin, después de haber pinchado en el bar muchas de sus canciones durante tres días en un sucio homenaje de farsante, lloré a Dolores, y creo que es la primera vez que lloro por un famoso al que jamás vi en persona, porque por primera vez lo conseguí ver como una persona real.
Y, seguramente, esta retahíla insufrible se perderá entre los cientos de publicaciones post mortem que se la han dedicado a Dolores estos días, como los cientos de miles que se les han dedicado a otros tantos por los que tampoco lloré. Pero aquí está.
Hoy te lloré, Dolores. Aunque nunca llegues a saberlo. Aunque, a estas alturas, tal vez te importe una mierda. Me acompañaste desde que tenía 12 años, y hoy al fin aprendí contigo, sin ti, gracias a ti, que eras real. Y cómo a veces podemos pasar por alto tantísimas cosas escondidas ante nuestras narices en una canción, en un vídeo, en una letra. En la mezcla de todas ellas. Tuviste que morirte para que me diera cuenta de que eras real. Otra triste lección más.
Sé que estáis hartos de ver enlaces a canciones de los Cranberries estos días, pero si nunca te fijaste en la letra de esta canción, y te fías de mi recomendación, ya que has llegado hasta aquí (por cierto, enhorabuena, y gracias), pierde 5 minutos más, y escúchala.
https://www.youtube.com/watch?v=Zz-DJr1Qs54