15 de enero. Muere Manuel Fraga Iribarne. Unos lamentan. Otros descorchan botellas de champán. Los unos se indignan, reprochan, los otros se defienden, se justifican. Algunos pelean. Los unos recuerdan su gran labor política y social, su aportación a la democracia. Los otros le llaman asesino.
18 de septiembre. Muere Santiago José Carrillo Solares. Unos lamentan. Otros descorchan botellas de champán. Los unos se indignan, reprochan, los otros se defienden, se justifican. Algunos pelean. Los unos recuerdan su gran labor política y social, su aportación a la democracia. Los otros le llaman asesino.
Cuando los Unos discutimos, creyendo llevar la razón, ¿qué es lo que pensamos de los Otros, nuestros interlocutores? ¿Que son estúpidos? ¿Que han recibido una educación incorrecta? ¿Que son malvados por naturaleza, y no les preocupa el bien común? ¿Acaso nunca se les pasa por la cabeza que crean llevar la razón, y que estén valorándonos de la misma forma? Porque este debería ser el planteamiento de partida de toda discusión, no creerse nunca en posesión de la verdad, sino que la verdad ha de ser la meta de la discusión. Se ha de forjar en el flujo bidireccional de las palabras, las ideas. Discutir debería servirnos para dar nosotros mismo un paso más hacia la verdad. Quien discute sin estar dispuesto a ser convencido no es más que un agitador, al que deberían darle el premio al ganador dialéctico de la discusión antes incluso de que se celebre, para que se lo lleve tranquilo a su casa y deje a los demás conversar.
Prefiero pensar que este razonamiento tan sencillo no lo tienen presente los Unos cuando discuten con los Otros. Eso querría decir que la discusión es un mero sinónimo práctico de la disputa, la pelea. De las mil verdades, de la no verdad, que viene a ser lo mismo. De que no podemos escapar de esa fuerza que separa, que se opone, que es el odio. Aunque seamos los hijos del amor, esa fuerza que asocia, que llega a niveles de complejidad tal altos como para crear belleza. La belleza en sí misma, como concepto. Para crear los conceptos. Tal vez para que exista una, ha de existir la otra, como otras tantas paradojas que realmente no lo son.
O tal vez no exista una verdad absoluta, y estemos condenados a discutir sin acuerdo. Tal vez la no verdad, sea verdad. Lo que no sé si es una paradoja, o un sinsentido.
Mientras tanto, mi pequeña y humilde verdad será que todos aprenderíamos más si miráramos menos los antagónicos titulares de las primeras planas de los periódicos, y más a gente como Michael Kenny, primer aprendiz de niñero en 110 años del Norland College. Rodeado de sus 48 preciosas y encantadoras compañeras, dice cosas como "a mi novia no le importa que pase el día rodeado de mujeres", o "Hubo un tiempo en que quise ser policía, después abogado y ahora niñero. No hay diferencia: el caso es ayudar a la gente". Se mire por donde se mire, esta historia es todo amor. Esta historia también aparece en un periódico, pero curiosamente, en su última página. Y no sin razón; las verdades más bonitas son pequeñas y están escondidas.