lunes, 26 de agosto de 2013

Páginas del Libro Morado


Eran los fieles de la religión de su estrella. Devotos. No podréis encontrar sus mandamientos escritos nenyures. Tan sólo su historia escrita en el tiempo, en el libro morado de las horas nocturnas. Vigilias. Eran niños perdidos, abandonados por una promesa ajena hecha propia. Eran héroes del presente, y canallas el resto de segundos. El vicio hecho virtud, y la virtud hecha vida. Eran. Este es su tiempo.

- del Libro Morado, I



Se movían entre cañas y barro, entre el miedo y el asco. Entre peces de hielo y sangre de dragón. Con la tranquilidad del que no espera nada, y sabe que nada le espera. La absenta era dulce y las noches amargas. Y los días peor. Y la llama siempre brillaba, más alla, sobre el hombro de Orión. Recolectores de sueños, ¡saluden al cazador!

- del Libro Morado, VI



Ocurre a veces que el tiempo se estira y se contrae y doblega voluntades y derriba los planes que parecen oponerse a la función de onda, y todo vuelve a su sitio. Y en ese momento los lugares comunes adquieren un aire de hogar, un humo de standby que para los relojes hasta que súbitamente te sorprende con el alba. Y el alba es una luz lánguida con sabor a final feliz, que te habla con nostalgia de otros finales pasados, y te susurra al oído que eres su pequeño, su favorito, que este es tu sitio.

- del Libro Morado, XIX



No fue hasta después del demasiado tarde que la penúltima se convirtió en final. Una sonrisa más, un dejarse llevar, aún queda tiempo, o al menos espacio. Y con el espacio haremos lo que queramos. Una ida y una vuelta, una sorpresa y un esperar. Esa noche fue un remolino, esa página pugnaba por ser escrita, y lo serán. Derramaba tinta sobre sí esperando que alguien le diera forma, y si no se la daba, le daba igual. Una ida y una vuelta, un sonrisa y un dejarse llevar.

- del Libro Morado, XLII